Anda con la dirección aprendida en aquel barrio del extrarradio, arrastrando la misma carga de cada día y con esos malditos papeles en los bolsillos de su impermeable amarillo. Hoy resulta terriblemente insoportable. No son confesiones escritas, ni fotos de viajes, no son cuentos ni recuerdos, mucho menos besos certificados. Esta mañana todo iba a cambiar irremediablemente. Mientras se acerca a ese portal se deshace de su molesta capucha, coge aire y pulsa el frió timbre del interfono oxidado.
-Diga?
-Hola S., sabes por qué estoy aquí...vente conmigo.

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