miércoles, 11 de julio de 2012

Asturias, octubre 1934!!!

En el mes de octubre de 1934, ante los ojos de la decrépita Europa, las dos mitades de España se posicionaban una frente a otra, preparadas para el inminente choque fratricida.



En un clima social, político y económico irrespirable para la sociedad de la época, el gobierno de derechas de Lerroux se aliaba con la ultra-derechista C.E.D.A de Gil Robles. Este gesto tendría consigo el malestar de la clase obrera republicana, que veía como los logros y conquistas sociales alcanzadas entre los años 1931 y 1933 podrían desaparecer en apenas unos meses.

Siendo testigos de la enorme movilización popular, los mandos más radicales de las Fuerzas Armadas mantienen diversos encuentros clandestinos con el fin de abolir militarmente cualquier protesta obrera y, si fuera necesario, derrocar al gobierno de la República e instaurar una dictadura militar similar a la de Primo de Rivera de años antes. Las diferentes formaciones socialistas, comunistas y anarquistas intentan crear un frente común y convocar huelgas en los distintos sectores productivos del país, fijando las bases de un proceso revolucionario que acabase, de una vez por todas, con los privilegios de la alta sociedad e Iglesia. Fruto de esos encuentros surge la Alianza Obrera, por iniciativa de la formación comunista Bloc Obrer i Camperol, y a la que se unen U.G.T, P.S.O.E, J.J.S.S y posteriormente el P.C.E e Izquierda Comunista. La C.N.T, en lineas generales, se muestra escéptica a la propuesta, unicamente en Asturias se firma un acuerdo entre todas las formaciones de izquierda con el objetivo de establecer, mediante un proceso revolucionario, una República Socialista Federal.


Muchos historiadores coinciden que una de las claves del éxito durante las primeras semanas de la insurrección de Asturias es el haber logrado aunar a todas las formaciones de izquierda con la anarquista C.N.T, lo que no pudo lograrse en el resto de territorio. A raíz del acuerdo, y después de varias huelgas secundadas por el sector minero, se decide iniciar un proceso de reclutamiento y entrenamiento de combatientes dispuestos a iniciar el proceso revolucionario acordado. La conocida U.H.P logra aglutinar hasta 3200 efectivos, provistos de armas de diversa procedencia y explosivos obtenidos en polvorines de las cuencas mineras.


La huelga general del 4 de octubre, seguida por el exitoso ataque contra arsenales y acuartelamientos de la Guardia Civil en Langreo y Mieres tienen como consecuencia la proclamación en Oviedo de la República Socialista. El primer paso se había logrado, era hora de unirse al resto de provincias e iniciar el avance sobre Madrid. Sin embargo la insurrección no se había concretado en ninguna de las provincias del resto de territorio nacional, Asturias quedaba aislada, y el destino de su revolución visto para sentencia.

Madrid, ante lo ocurrido en Asturias, declara el estado de guerra y recurre a las Fuerzas Armadas y cuerpos de seguridad del Estado (Guardia Civil y Guardia de Asalto) para sofocar el proceso revolucionario. Las tropas del Ejército comandadas por López Ochoa y dirigidas por los generales Franco y Goded; la Legíón y las tropas Regulares marroquíes del teniente coronel Yagüe, junto a varios buques de guerra serían los encargados de fulminar las esperanzas revolucionarias en Asturias. En apenas dos semanas, con la caída de Gijón y una Oviedo destruida, la U.H.P encabezada por Belarmino Tomás firma la redención ante López Ochoa en la ciudad de Mieres. Con esta capitulación, se pone fin al conflicto minero y evita la inmediata aniquilación de todos los responsables del conflicto, medida muy demandada  por los sanguinarios Franco y  Yagüe.

Sin embargo, con la entrega de armas, se inicial un periodo de fuertes represalias contra toda persona o formación vinculada al movimiento revolucionario. Represalias que en el mejor de los casos significaba prisión (entre ellos Manuel Azaña), donde no eran extrañas las torturas; pero que en muchos casos supusieron la condena de muerte; la ejecución sin juicio previo, e incluso permisividad ante casos de violación a familiares de mineros y revolucionarios. 

 

Las semillas de un odio irreconciliable entre españoles comenzaban a echar raíces, la cosecha tardaría solo dos años en ser recogida, con protagonistas muy similares a las de aquel 1934.

(A.J.R, julio 2012)

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